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Ciudades resilientes: la inteligencia urbana como antídoto a la crisis
Por Dalia Mendoza y Alberto Quintanilla
El concepto de resiliencia describe la habilidad de cualquier sistema urbano de mantener continuidad después de impactos o de catástrofes mientras contribuye positivamente a la adaptación y la transformación. Por tanto, las ciudades resilientes son aquellas que evalúan, planean y actúan para preparar y responder a todo tipo de obstáculos, ya sean repentinos o lentos de origen, esperados o inesperados (ONU Hábitat).
La necesidad de construir ciudades resilientes parece cobrar mayor relevancia tras la emergencia de nuevos obstáculos ante los cuales actuar. Sumado a la COVID-19 y los efectos que esta ha tenido ya en los últimos años, la guerra de Ucrania nos recuerda el riesgo de conflicto, sus devastadoras consecuencias sobre las poblaciones urbanas, y las incertidumbres humanitaria, energética y económica que trae consigo.
Ante la conceptualización y contextualización anteriores, nos gustaría destacar los elementos que parecen importantes en la construcción de una ciudad resiliente: evaluar, planear y actuar.
Desde Smart&City nos enfocamos en estos elementos para acompañar a las ciudades en su camino a la resiliencia, y nos hemos aliado con otros, como Daleph y el itdUPM para hacerlo aún mejor.
¿Cómo construir ciudades resilientes?
En términos de evaluación, es importante elaborar un diagnóstico de la situación de cualquier ciudad. Diagnosticar en distintos ámbitos a la ciudad va a adelantar los puntos débiles, las “costuras” por donde puede romperse ante las desgracias, pero también las fortalezas que ayuden a superarlas.
Para enmarcar el escenario al que la ciudad se enfrenta y no dejar ningún aspecto atrás tiene sentido que esta información esté agrupada por marcos lo más transversales posibles, como la Agenda 2030 o las nuevas Agenda Urbanas.
Además, la evaluación debe estar acompañada de una selección y cálculo de indicadores pertinentes, que permitan optimizar la toma de decisiones acerca de las políticas públicas de las ciudades en la fase de planificación y futura re-evaluación.
El proceso de elaboración del diagnóstico debe ser participativo, de forma que se complemente el aspecto cuantitativo resultante de la recopilación de datos e indicadores, con un enfoque cualitativo derivado de la interacción con las áreas de la administración.
La identificación y alineación de planes y programas sectoriales y territoriales actualmente vigentes en una ciudad son clave para detectar proyectos tractores o áreas de mejora.
Así, un diagnóstico pertinente otorgará una descripción de la información más relevante para una ciudad, que tras ser analizada puede servir como el punto de partida de un Plan Estratégico, o nueva Agenda.
En segundo lugar, y tomando como base el diagnóstico ya elaborado, es momento de la planificación. La gestión de los riesgos en una ciudad y la previsión de planes de contingencia requieren de una planificación más flexible y abierta a estrategias y planes emergentes que respondan a los nuevos obstáculos.
Escenario de urgencia
Las Administraciones se ven ante la urgencia de tomar medidas que incrementen la resiliencia de las ciudades ante catástrofes que parecen ya no ser tan ajenas. Si un conflicto bélico aún nos parece poco probable (algo menos que hace unos meses), desde luego las consecuencias del cambio climático son tangibles y actuales.
Esta planificación y la respuesta a la multitud y variedad de obstáculos emergentes deberá ser idealmente abordada desde una perspectiva multisector, multinivel y multiactor. Es decir, no se pueden diseñar estrategias de respuesta a amenazas aisladas, o que sean responsabilidad de entidades individualizadas.
Al igual que en la elaboración del diagnóstico, la participación de los organismos de planificación local en la integración de las distintas áreas dentro y fuera de la administración, es necesaria para garantizar la representación multisector.
Reducción de riesgo e inversiones
En paralelo, deberán tomarse en cuenta la opinión y percepción no sólo del grupo tomador de decisiones, sino también de la sociedad en su conjunto, abriendo espacios multinivel en el que se prioricen temas y co-diseñen estrategias para abordarlos.
Teniendo en cuenta que los grupos más vulnerables están más expuestos a los efectos de las crisis (tómese como ejemplo el incremento al precio de la energía derivado de la crisis energética, y acentuado tras el conflicto en Ucrania) y pueden no tener los recursos necesarios para recuperarse, es imperante tomarles en cuenta en los procesos de planificación.
Fondos para daños
Los procesos de planificación de las ciudades no solamente deben incorporar la reducción del riesgo, sino también dirigir las inversiones para el fortalecimiento de la resiliencia. En este punto cobra relevancia el aprovechamiento de los Fondos NextGenerationEU, traducidos en España como el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia.
Si bien estos fondos han sido designados para ayudar a las ciudades a reparar los daños provocados por la crisis del COVID-19, se podrían aprovechar también para abordar los efectos de otros obstáculos de manera conjunta, y no aislada.
Ante la adjudicación de estos fondos, cobra relevancia la elaboración del diagnóstico en el elemento de evaluación. Aquellas ciudades con mejor conocimiento de su situación inicial enmarcada en las distintas agendas, estará mejor preparada para ejecutar y destinar fondos hacia aquellas áreas, temáticas o acciones concretas que resulten tractoras y no den respuesta a amenazas aisladas, sino que maximicen el impacto positivo de la estrategia en su conjunto.
Acción, acción y acción…
Por último, la planificación debe integrar un sistema de seguimiento y evaluación que cubra el tercer elemento de una ciudad resiliente: la acción. Durante la implementación de los Planes de Acción, será necesario contar con un sistema integral de indicadores urbanos, que amplíe el desarrollado para el diagnóstico y permita realizar la evaluación y seguimiento de las acciones definidas. Además, servirá también como herramienta para la comunicación y la participación ciudadana.
Esta última se deberá promocionar continuamente en la fase de acción. La creación de foros ciudadanos que cumplan con las características de multiactor, multisector y multinivel, puede resultar muy efectivo como elemento de seguimiento y evaluación a las acciones propuestas.
Como conclusión, no hay duda que, a medida que los riesgos y la población urbana van aumentando, el concepto de resiliencia ha ganado más prominencia para hacer frente a estos riesgos y nuevas emergencias.
Como aspecto relevante a destacar en estos tiempos, cabe entender que la resiliencia está al centro del nexo entre la acción de desarrollo y la humanitaria ya que, en su esencia, tiene que buscar la mejora de la vida de las personas.
La construcción de una ciudad resiliente, que aplique efectivamente los elementos de evaluación, planificación y acción, garantizará que las estrategias de respuesta no sean a amenazas aisladas, y que en los procesos de recuperación y resiliencia no se deje a nadie atrás.